Traducción: Christmas in the North Sea.

Esto me va a llevar unos días, pero creo que merece la pena. Cárlos Echávarri me ha pasado este artículo sobre una travesía en láser bastante loca, hecha por un laserista que en aquel entonces tenía 18 años. 77 horas en un láser ya es de por sí bastante loco, pero si ademas añadimos hielo, nieve,  frío extremo y niebla el viaje se hace propio de un suicida. ¡Ni se os ocurra intentar esto!.


NAVIDADES EN EL MAR DEL NORTE.

Joachim van Alt Stuttecheim

77 horas en un láser.

Publicamos nuevamente esta historia, no para glorificar esta loca aventura, si no para advertir de los peligros de embarcarse solo y los riesgos a que otros asumen para intentar el rescate. Acometer una travesía de 8 horas sin acompañamiento, en pleno invierno, aun siendo un navegante experto, es en nuestra opinión una locura y un acto de extremo egoísmo. Una travesía así es peligrosa incluso en medio del verano.
A pesar de todo, la historia de supervivencia de Martin es interesante, y muy sabiamente contada por Joachim van Alt Stuttecheim.
No hay duda de que fue espeluznante y de una frivolidad irresponsable, cuando Martin Klawon botó su Láser al agua en Sahlenburg, cerca de Cuxhaven el 22 de diciembre de 1981, uno de los días más fríos del invierno pasado, con la intención de navegar hasta Helgoland, una pequeña isla en el mar del norte, situada aproximadamente a 40 millas al NO de Cuxhaven.
Esta "loca aventura", tal como el propio Martin la describe, resultó en una extensa operación de búsqueda de la Policía Marítima, el Instituto de Salvamento Alemán y otros servicios de rescate. ¿Cómo puede ser posible que alguien pueda sobrevivir en las condiciones más severas?. Este asunto debe resultar familiar a los regatistas que habitualmente navegan en aguas abiertas y ven como 20 o 30 barcos vuelcan por una racha de viento inesperada. Además, cualquier navegante solitario se pregunta repetidamente ¿Qué hacer cuando se navega a la deriva sin que nadie sepa dónde  estamos? ¿Qué ropa nos dará la protección suficiente? ¿Cómo mantenerse caliente? ¿Cómo conseguirlo sin dormir, o sin provisiones?. ¿Puede la experiencia de Martin ayudarnos?.
Martin fue visto por última vez justo antes del día de Navidad por un puesto de vigilancia marítima en Sahlenburg. La policía fue informada de que un chico en un pequeño barco había sido avistado mientras se abria paso a veces empujando, a veces navegando, entre bloques de hielo hasta el mar abierto. Este podría haber sido el último signo de vida del estudiante de 18 años. En primer lugar ¿Porqué intentar este viaje?. Para Martin era un desafío alcanzar Helgoland en un láser, y además así, evitaba el aburrido viaje en el ferry "Seute Dern". Su instinto de navegante le sedujo.
Las habilidades de Martin como navegante.
Martin creció en Helgoland y comenzó a navegar a los 15 años. En 1980, con 17 años, continuó su educación en un gimnasio (nota del traductor: traducido del inglés gymnasium) en Cuxhaven. A pesar de que no podía navegar diariamente, como lo hacía Helgoland, todavía podía hacerlo tres días a la semana, incluso durante el invierno. Durante sus vacaciones solía participar en regatas como la North Sea Week y la Cowes Week. Había estado navegando un "tres cuartos de tonelada" (nota del traductor: barco de crucero llamado así por el desplazamiento aproximado, que competían en el sistema IOR en los años 80) llamado "Jeans" y en el "Champagne", participante en la Admirals Cup. A parte de esto, también participó en varias travesías en mar abierto, en las que él mismo llevaba el timón y tenía que realizar la navegación. Martin ya había navegado en una ocasión en su Láser desde Helgoland a Cuxhaven en el verano de 1981. Hubo de arrastrar su laser para salir de un banco de arena frente a la costa de Cuxhaven, rompiendo el achicador llenando así su barco de agua. Aun entonces, consiguió alcanzar Cuxhaven 8 horas después de su salida desde Helgoland. Después de su primera exitosa travesía Martin había planeado navegar la misma ruta en sentido contrario algún día.

Su equipamiento.

Su barco el "Snorre" de número de vela 49.490 no fue equipado para este viaje a Helgoland con nada especial, sin ningún accesorio extra como por ejemplo un ancla, un remo o herramientas. Su único instrumento era un pequeño compás náutico con escala luminosa. Martin no llevó una carta consigo porque conocía de memoria todas las boyas entre Helgoland y Cuxhaven. No llevó un reloj, y en su lugar conocía exactamente las horas de marea y las de salida y puesta del sol.

Como su primera travesía le había llevado solamente 8 horas, confió en que el cruce no le llevaría seguramente más de 10 horas, así que solamente llevó consigo un poco de fruta seca y algo de pan. Se comió la fruta seca durante el primer día y la noche, y tuvo que tirar el pan durante la primera noche porque estaba completamente empapado en agua salada. No llevó nada para beber. Durante el cuarto día trató de calmar su sed chupando nieve que tomó de uno de los bloques de hielo. Rápidamente abandonó este método, ya que la nieve estaba muy fría y era muy duro conseguir agua de esta manera.
 

Martin vestía un jersey de algodón, calzones largos y un traje húmedo con mangas de 3 mm de espesor. Sobre esto llevaba una chaqueta térmica (nota del traductor: algo parecido a un forro polar, por lo que se ve en la foto), un mono, un traje de aguas y un chaleco inflable. También llevaba un gorro de lana, guantes de neopreno, calcetines y botas de goma. Como se verá más adelante esta ropa no mantuvo sus pies y sus manos lo suficientemente calientes. Como resultado sufrió congelaciones y después del rescate sus manos y pies estuvieron a punto de ser amputados.


El primer día: La batalla a través del hielo.

Martin  partió el 22 de diciembre, aproximadamente a las 9:30 a.m desde la playa de Sahlenburger. El viento soplaba del E, fuerza 3 en la escala de Beaufort, y la temperatura del aire era de 9º C negativos. Arrumbó al 310º en dirección a Helgoland. Al principio navegó por los canales, en los que, al contrario que en el mar de Wadden, no había casi ningún bloque de hielo flotante. Subiendo su orza y balanceando el barco, consiguió hacerse paso a través de hielo de poco espesor y pequeños témpanos. Navegó alrededor de campos de hielo, y cuando no podía evitar un gran bloque se subía con cuidado al hielo y tiraba de su barco sobre él. A pesar de la poca visibilidad todavía pudo ver el faro de la isla Neuwerk cuando la pasó por el sur. Hasta su rescate en el cuarto día, esta fue la última vez que vió tierra.

Contrariamente a lo que esperaba, el hielo comenzó a formarse rápidamente en su ruta, en la zona al sur de Scharhörn, y la situación se volvió bastante peligrosa. El viento amainó y grandes campos de hielo se estaban formando en frente y detrás de él. No había posibilidad de retornar a Cuxhaven. Volver navegando a favor del viento entre los témpanos de hielo habría sido relativamente fácil, pero navegando contra el viento con la orza calada y con un barco de vela ligera que solamente pesa 60 kg no tendría ninguna oportunidad.

En ese momento la búsqueda estaba ya en marcha. Un amigo de Martin, que había cruzado a la Helgoland en el ferry "Saute Deern", y al que él había dado parte de su equipaje, informó a los padres del joven, que a su vez informaron a la policía marítima. La policía lo buscó a lo largo de la costa el 22 de diciembre, y al mismo tiempo los servicios de rescate de Bremen zarparon en el "Wilhelm Kaisen". Debido al mal tiempo y a que la desembocadura del río Elba (nota del traductor: el río Elba desemboca en Cuxhaven) estaba cubierto de témpanos de hielo la búsqueda no tuvo éxito.
Durante la tarde Martin decidió cambiar su rumbo al N para tratar de encontrar la isla de Scharhörn o adentrarse en el canal de navegación del Elba, donde esperaba encontrar menos hielo gracias a la corriente. Debido al viento suave, la técnica del balanceo ya no era efectiva, así que Martin se tumbó en la proa de su barco y remó con sus manos apartando los témpanos de hielo empujándose hacia adelante.  Así fue como sus guantes de goma se rompieron. La situación cambió rápidamente, algunos témpanos se movían con velocidad (2/3 nudos) y otros lo hacían más despacio. Los claros en el hielo empezaron a formarse y  pequeños icebergs de 2 o 3 m de altura, formados por la acumulación de témpanos del mar de Wadden pasaron a su lado. Cuando se atascaba en una capa fina de hielo y tenía una zona libre a proa, lentamente se metía en el agua y remolcaba su Láser nadando de espaldas unos cuantos metros. Durante esa tarde remolcó su Láser de la misma manera dos o tres veces nadando en agua a punto de congelarse. En la bañera, cubierta y casco se formó una gruesa capa de hielo, y aunque la escota de la mayor estaba congelada, todavía corría a través de la polea.


La primera noche: Descansando en un témpano.
Al anochecer Martin avistó una franja libre de hielo justo en frente, y cuando se acercó se dió cuenta de que era un banco de arena, así que para continuar arrastró su barco sobre la arena congelada. Como el viento soplaba a favor, esto no le causó grandes problemas. Hasta media noche Martin arrastró su barco, de acuerdo con sus estimaciones, a lo largo de 1 o 2 km sobre 5 o 6 bancos de arena, después de los cuales, consiguió navegar una pequeña distancia orientándose por la escala luminosa de su compás. 
Pero cuando el hielo volvío a cerrarse ante él, empujó su barco sobre un gran témpano, le dió la vuelta, se ató a la escota y se tumbó en el hielo bajo la vela. Aunque había nadado en aguas congeladas, y la temperatura del aire estaba bajo cero, no había sentido el frio demasiado durante el día, por que había estado constantemente en movimiento. Pero ahora, por la noche, empezó a temblar dentro de su ropa empapada. Aquella noche en el témpano Martin no pudo descansar, comenzó a culparse a sí mismo por haber acometido esa aventura, y a pensar en sus padres, hermanas y amigos preguntándose si alguien lo estaría buscando. Mientras tanto, el sonido aterrador del hielo al romperse y los graznidos de las gaviotas le rodeaban.
Después de 3 horas, decidió continuar nuevamente, y lanzó su barco al agua. El viento había refrescado hasta fuerza 3 - 4 en la escala Beaufort, no podía ver ni una estrella ni una nube, y únicamente podía orientarse por las cifras luminosas de su compás. En la profunda oscuridad de la noche, solo podía ver los témpanos de hielo en el último segundo antes de golpear su proa, así que de vez en cuando su barco chocaba con un témpano, acompañado de un tremendo crujido. A pesar de la tremendas cargas sufridas por el barco, éste no sufrió apenas ningún daño. Volcó varias veces tratando de evitar los témpanos, y para evitar perder el barco se ató la escota al chaleco. A las 4 o 5 de la mañana navegaba en el canal de entrada al Elba, y dos cargueros pasaron a corta distancia, pero como navegaba en agua libre de hielo, no consideró la situación como una emergencia y no intentó llamar su atención.

Dia 2: Sin rastro de Helgoland.
Al amanecer decidió arrumbar a Helgoland otra vez, navegando con el viento de fuerza 3 o 4 por la popa escrutando el horizonte en busca de la isla en vano. Empezó a dudar si la deriva lo pudiese haber llevado demasiado al N, y por eso ahora al arrumbar al NO no encontrase la isla a la vista. Era el medio día del segundo día, con la visibilidad reduciéndose por momentos, cuando desistió en la búsqueda y se dirigió nuevamente al continente. Navegó de vuelta contra olas de 1 a 1,5 m de altura, y cuanto más se acercaba a tierra, más se calmaba el mar. Al atardecer, después de 7 horas aproximadamente Martin volvió a vérselas con el hielo. Como el viento se volvió variable, asumió que estaba cerca de tierra, pero con el tiempo que estaba teniendo tampoco podía confiar mucho en ese dato. Tal como se estimaría más tarde en la reconstrucción de los hechos, se encontraba frente a la isla de Amrum. A pesar del buen viento, y después de varios intentos, tubo que abandonar la intención de atravesar el hielo, y usando nuevamente la técnica del balanceo volvió navegando con el viento en la popa y sin problemas, hacia las aguas libres del Mar del Norte.
Al final del segundo día, los servicios de rescate apenas tenían esperanzas de encontrar a Martin. Llevaba 30 horas en el mar, y la temperatura diurna no había superado los 0ºC. La embarcación de rescate "Arwed Emminghaus" trabajando junto al "Wilhelm Kaisen" buscaron en vano en la desembocadura del Elba. Un helicóptero de la policía, que había despegado por la mañana desde Hamburgo, tuvo que renunciar a la búsqueda en Cuxhaven debido al riesgo de formación de hielo en las aspas de su rotor. 


La segunda noche: La noche de la volcada.
Estando en aguas abiertas otra vez, Martin decidió poner rumbo S, hacia la desembocadura del Elba. Durante la noche cerrada, controlaba el rumbo mirando de vez en cuando las cifras de su compás, que se volvieron difíciles de distinguir.  Trató de navegar lo más rápido posible, y durante esa noche recorrió entera la costa de Schleswig Holsteins (aproximadamente 45 millas). Con frecuencia, se encontraba tan cansado que se dormía, y tan pronto como esto sucedía el barco escoraba a barlovento y se veía arrastrado por el agua o, incluso peor, volcado a barlovento. En total, tuvo que adrizar 5 o 6 veces su barco aquella noche, perdiendo más y más energía en cada vuelco, especialmente cuando caía al agua. Cuando esto ocurría, tenía que agarrarse al barco, deshacer los nudos de la escota que estaba atada a su chaleco, adrizar el barco tirando de la orza y subir al barco con la ropa empapada. A pesar de todo, cuando Martin volcaba, el pánico no le invadía, estaba demasiado cansado para pensar en su situación desesperada.
 
El tercer día: Nuevo rumbo hacia Helgoland.
Durante la mañana del tercer día la visibilidad mejoró, pero todavía no había tierra a la vista. Martin navegó más al S y sus esperanzas renacieron cuando avistó la boya número 4 del Elba durante la tarde. Como él ya sabía esta boya estaba situada solamente a 15 millas de Helgoland, así que decidió arrumbar a la isla nuevamente. Pero poco después la niebla apareció y el viento amainó hasta desaparecer. Debido a la encalmada, Martin fue arrastrado por la corriente que lo desplazó bastante hacia el N. 


La tercera noche: La noche del sacrificio.
Con buena visibilidad se puede ver el faro de Helgoland desde Cuxhaven, pero durante la tercera noche, la luz del faro solo podía penetrar unos cuantos cientos de metros en la espesa niebla. Es por esto que Martin no pudo haberla visto, a pesar de estar solamente a unas millas de la costa de Helgoland. En un momento dado, dos barcos de pesca pasaron a un tiro de piedra, pero no estaba claro si se dirigían a Helgoland o salían a faenar. Hacia la media noche Martin estaba convencido de que había fallado nuevamente en su intento de llegar a Helgoland, su moral estaba por los suelos, y estaba hambriento y sediento. Ya no podía soportarlo más, sentía calambres por todo su cuerpo y sus pies y manos estaban rígidos por el frío. Flotó a la deriva varias horas en la espesa niebla en silencioso y calmado Mar del Norte. Intentando descansar, se tumbó en la bañera con sus piernas apoyadas en la popa. Luego se arrodilló en la bañera y trató de acomodarse apoyado en la caja de la orza y la cubierta de proa. Es muy probable que la naturaleza incómoda del Láser impidiese que Martin callese en un profundo sueño, salvándolo así de una muerte segura por congelación. A pesar de estar exausto, estaba tan incómodo que solo pudo dormir por breves periodos de tiempo.


El cuarto día: El rescate.
Cuando bien entrada la noche, el viento refrescó hasta fuerza 2 o 3, Martin se dirigió hacia el E. Después de horas de navegación avistó sobre las 11:00 la boya de Schmaltief y aunque no conocía esa boya, su espíritu renació. Sobre las 14:00 horas, las marcas del canal de entrada a St Peter-Ording aparecieron a la vista. Martin tuvo que navegar entonces sobre un poco de hielo fino y finalmente el 25 de Diciembre, hacia las 14:30 horas pisó tierra, 77 horas después de haber partido desde Cuxhaven, habiendo navegado aproximadamente 200 millas. Ayudado por una persona que se encontraba en lugar, varó en la playa, desmontó el aparejo, le dió la vuelta al barco y caminó un kilómetro acompañado hasta la casa más cercana.


Aquí termina el artículo. Me llama la atención el comentario a cerca de la incomodidad de la bañera del láser y de como esto le salvó la vida al bueno de Martin. Ya me parecía a mi que el tener que ir tan encogido los días de poco viento en esa bañera enana tenía que tener alguna razón detrás. :)


Investigando un poco se puede encontrar más información. No sé si será el mismo Martin Klawon, pero aparece en varias clasificaciones de la ILCA, en el circuito Laser Máster, y no es torpe, por lo que se puede ver.

4 comentarios:

diego dijo...

Estimado Laserista Torpe,

estoy a favor de hacer cosas alocadas y atrevidas, especialemte si eres joven, pero esto falla ya en su primerísimo planteamiento: si tus mejores previsiones son ocho horas de travesía, no te metas a hacer esto en el solisticio de invierno en el mar del Norte!!!

A partir de aquí podemos hablar largo y tendido de todo lo demás.

Juan dijo...

Acojonante !!
Eso es escapar por un pelo !!

laserista torpe dijo...

Pues sí, un "fenómeno" el tío ... Pero no se le quitaron las ganas de láser. Sigue navegando y es máster.

Toquinho dijo...

Puff, hay que ser irresponsable!
Lo que hizo este personaje no es recomendable ni con el crucero!
Pero eso sí, debe ser un loco, loco y loco por el láser. Cuando se trata de una afición de esta magnitud, es difícil de calcular la temeridad con objetividad.
¿quién entendería entonces las escaladas a las grandes cimas? ¿y las travesías a nado del estrecho?¿y la vuelta al mundo en solitario y sin escalas?.
Sin embargo, este hombre emprendió una aventura sin apenas calcular el riesgo y sin apenas preparla.... hoy en día impensable!.
Me quedo con aventuras más lúdicas y llevaderas, como la travesía por la ría de Arosa o la Vuelta a las Cíes, que en verano tiene que ser de lo más atractivo.

Un abrazo... y gracias Yago!

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